martes, 22 de noviembre de 2011

Si Platón levantara la cabeza

La famosa red social Twitter ardía la otra noche mientras nuestros dos futuros posibles presidentes se enfrentaban cara a cara. Podríamos decir que en nuestra corta experiencia política desde que tenemos uso de razón nunca ha habido una actividad tan latente por parte del pueblo hacia los comentarios de los políticos y tampoco tan directa. Si la democracia es la representación del pueblo y por lo tanto su decisión, ¿no deberíamos buscar una manera más fiable que nos contentara? ¿No deberíamos evitar ese continuo ir y venir de ataques personales, mentiras y manipulación de la información con la que juegan nuestros actuales gobernadores?

El problema principal de esta situación no es quien lleva las riendas de este Estado, sino los que formamos este país, los cuales nos conformamos con admitir que todo lo que dice nuestro político favorito es la verdad más absoluta, la cual defendemos a capa y espada y que lo que afirma su contrincante es la más sutil de las mentiras y calumnias. Somos un pueblo vago que apenas pasa del término despectivo de “rebaño” y que nos limitamos a aplaudir cuando nuestro candidato ataca con frialdad al resto de los supuestos enemigos de la verdad y a exclamar cuando el contrario realiza la misma jugada. Vivimos en una sociedad que valora más el futbol que el destino de la nación y por ello creo que se cumple con certeza la conocida expresión de que “cada uno tiene lo que se merece”

El ir y venir del bipartidismo en España desde la transición no me disgusta, pues como digo tenemos un sistema electoral que nos ha llevado a esto y si somos bipartidistas es porque el pueblo así lo ha decidido. Escucho continuamente frases como “Soy mas afín a la ideología del PP pero estas elecciones no les voto ni por asomo” o justamente lo contrario pero con el PSOE, pero a la hora de la verdad cada cual va a su vieja costumbre de rellenar el voto no con su idea de elegir al que más le gusta sino a dar su apoyo al que cree que tiene más posibilidades de ganar al que menos le conviene.

Digamos que todo ello se podría resumir en una sola palabra: “hipocresía”. En primer lugar los políticos son unos hipócritas, ya que como comúnmente se sabe dicen una cosa y hacen lo que les da la real gana. Nosotros muchas veces nos damos cuenta de ello y nos quejamos, pero de lo que no nos cercioramos es que nosotros también lo somos. ¿Por qué? Simplemente por ser amantes de la exigencia y divorciados de la responsabilidad.

Llegados a este punto uno se plantea si es la mera posición de político lo que realmente está viciado o son los individuos que la ocupan, y la verdad es que a mi pesar, me decanto por la primera. Para comprenderlo se ha de tener claro que el poder corrompe. Éste, es un atributo que el hombre posee en mayor o menor medida y que hace referencia a sus capacidades de control. Se podría decir que el deseo de poder es un camino de superación personal, y en cierto modo es verdad, ya que como ya he dicho el poder supone control, y todo el mundo desea poseer el control de su propia vida ¿verdad? El problema es cuando dicho control es sobre la vida de los demás, lo que puede hacer que su poseedor se sienta superior, y he ahí su gran defecto. Así, estando el poder viciado y no poniéndose mecanismos para evitarlo, por defecto todo candidato a él estará expuesto a todas sus imperfecciones morales.

Realmente, el sistema presente da cierto miedo, ya que aunque la gente se queje de bipartidismo y que los dos grandes partidos son unos corruptos, nadie sabe qué pasaría realmente si uno de los partidos minoritarios tan “ideales” se hiciera con el poder. Mi opinión es que tal y como es concebido el poder hoy en día no se podrá salir del círculo vicioso en el que está envuelta la clase política. ¿El problema? La falta de valores, pero eso ya es arena de otro costal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario